sábado, 24 de diciembre de 2022

HERODES MANDA MATAR A LOS INOCENTES

 


 

 

Entró el rey de Judea —en cólera exacerbada

porque los tres reyes magos —que del oriente llegaran

para prestar pleitesía —a la Familia Sagrada

guiados por una estrella —que en el cielo brillaba

más que lo hace a diario —la estrella de la mañana

que ya supongo sabéis —de qué estrella se trata,

una que no lo es —sino el planeta de marras

que llaman planeta Venus —quienes de planetas tratan,

digo que aquellos magos —que a Jesús adoraran

en el portal de Belén —cuando a Belén llegaran

después del largo viaje —que la empresa les costara,

otro camino eligieran —para volver a su patria

que el que Herodes les dijera —y tanto les encomiara

porque un ángel del Señor —de los que alabanzas cantan

a la Trinidad Santísima —que mora en el cielo alta

mientras dormían cansados —después de fatigas tantas

les habían advertido —de no caer en la trampa

que el rey aquel les tendiera —cuando les encomendara

que de regreso a sus tierras —por Jerusalén pasaran

para contarle en detalle —cual la historia terminara

a fin de que él a su vez —a Belén se encaminara

para honrar a aquel Niño —que el trono le amenazaba:

mas al decirlo mentía, —se le notaba en la cara,

pues no quería otra cosa —que darle muerte instantánea

y era pura hipocresía —la ‘trola’ que les contaba.

De tal manera advertidos —los magos se escaquearan

y el rey Herodes protervo —a verlas venir quedara

lo que lo había enfurecido —y por las malas tomara,

de modo que ideó otro modo —para burlar la amenaza

que sobre el trono pendía —cual de Damocles la espada,

pues si aquel Niño crecía —y a la madurez llegaba

hacer valer sus derechos —puede que se le antojara.

¿Cuáles derechos, decís, —pues la cosa no está clara?

Los que el profeta Miqueas —el de la Biblia sagrada

al referirse al Mesías —le endilgara y otorgara.

Que Jesús fuera el Mesías —al que la Biblia citaba

estaba por demostrar —con prueba rotunda y clara,

mas ¿quién queriendo creerlo —en tal minucia se para?

Basta afirmarlo rotundo —y que los otros lo hagan.

Es un misterio de fe —y de ese modo te callan.

Digo que aquel Herodes —al que Jesús estorbaba

como amenaza latente —y molestia indeseada,

a sus esbirros llamó —y dióles la orden clara

de ir a buscar en el reino —a toda la chiquillada

que aún no cumpliera dos años, —y una vez encontrada

darle la muerte al momento —sin que ninguno escapara.

Así lo hicieran aquellos —soldados del que mandaba

y desde entonces se nombra —aquella cruenta matanza

muerte de los inocentes —por Herodes decretada.

En la Historia de aquel tiempo —nadie ha hallado constancia

de un hecho tan tenebroso —que tanto hoy nos alarma

como capricho horroroso —de un gobernante sátrapa.

Mas en la Biblia, se dice, —una alusión se le halla

en un profeta que afirma —que en la comarca de Rama

grandes lamentos se oyeron —de Raquel envuelta en lágrimas

(la madre de Benjamín —que aunque muerta y enterrada

lloraba triste a sus hijos —sin querer la consolaran).

Del profeta Jeremías —copio exactas las palabras.

No me digáis que lo invento, —lo saco de la Biblia santa.,


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