La fe infunde, si auténtica, alegría,
y yo extraño en tanto fiel larga la
cara;
que producto del Maligno y brujería,
considera, son mis hechos, la tiara;
no en mi tierra es el portento cosa
rara,
y en los ciegos empleó barro y saliva
el Maestro, sin que nadie el acto
adscriba
a un diablo que en su cuerpo se
ocultara.
Dice el poeta
Cuando abunda hasta tal punto el
sufrimiento
y unos males que se dice lamentar,
que te encierren, me sorprende, en un
convento
y te impidan a paliarlos coadyuvar.
Se empezara de esas gentes a dudar;
pues de Cristo, principal, aquel
Vicario
no curara una espinilla aun siendo
ario,
y el milagro es, para un negro, acto
vulgar.
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