Dice ROMAN ORTEGA VIMIANZO, párroco
que lo acompañaba.
Chófer él de un autocar de
peregrinos,
devoraba soñoliento los asfaltos,
cuando el claxon provocaba repentinos
a un anciano que dormía, sobresaltos;
que un arcángel intervenga, de los
altos,
y conduzca desalado, ¿por qué
extrañas?
Si se ha dicho que la fe mueve
montañas,
más sencillo es que los coches peguen
saltos.
Dice el poeta
A fe mía, que me dejas pensativo
y no hallo explicación al tal suceso;
o nos mientes y nos celas el motivo,
o fue cierto lo del ángel y él
expreso.
Era niño y yo veía en un codeso
lo divino disfrazado de Natura,
y en sus flores sensitivas, la
hermosura
a que el justo en el cielo tiene
acceso.
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