viernes, 6 de enero de 2023

Capítulo 4 EL DIABLO TIENTA A JESÚS

  

Cuando Jesús regresó —después de ser bautizado,

del Jordán donde ocurriera —lo que os dejo contado,

lo poseía el Espíritu, —aquel que llamamos Santo,

que lo condujo al desierto —o un lugar deshabitado

donde ninguno lo viera —ni pudiera denunciarlo

si se inventaba mentiras —cuando volviera a poblado.

Durante cuarenta días —allí lo tentó el diablo

y practicaba un ayuno —puede que algo exagerado

porque en todo ese tiempo —no ingirió ni un bocado,

de atenerse a las fuentes —que nos lo han relatado,

lo que en los tiempos presentes —nadie hubiera aconsejado

sin la presencia de un médico —y el cuidado necesario;

pero eran tiempos remotos —propicios a lo más raro

y abundaban los prodigios, —y hechos inexplicados.

Al cabo de aquellos días, —como es lógico pensarlo,

sintió el hambre avivársele —y deseos de un buen plato

de alimentos corrientes, —lleno, nutritivo y sano. 
Estaba ojo avizor —aquel astuto diablo

que sin perder un momento —ni decir palabra en vano

aprovechó la ocasión —para exponerle tentándolo

lo que a seguir os apunto —que Lucas nos ha dejado,

Lucas, el evangelista —y discípulo de Pablo,

que escribió su Evangelio —de oído, sin presenciarlo:

—Si eres Hijo de Dios, —como tanto se ha afirmado,

convierte a esta piedra en pan —recientemente horneado,

una delicia crujiente, —fragante y suave al tacto. 
Pero Jesús respondióle: —No me pides lo acertado

pues está escrito y pareces —no saberlo e ignorarlo

que al hombre no basta el pan —para sentirse saciado,

mas necesita también —del santo Dios el vocablo. 

Prueba de otra manera, —no dudes en intentarlo

que hasta la gota de agua —horada lo refractario.
Sin darse por entendido, —siguió el demonio tentándolo

y lo llevó a una alta cumbre —para mostrar de lo alto

todos los reinos del mundo —de una mirada abarcados. 
Y así le dijo impertérrito —martilleando en el clavo:

—Todo que ves desde aquí —te habrá de ser entregado

si postrándote a mis pies —me adoras como tu amo. 
Pero Jesús respondió: —Déjame en paz, so diablo,

sólo al Señor, que es tu Dios,  —y sólo a Él, que es tu amo, has de servir y adorar — porque está escrito y probado,

Mas aquel maligno espíritu, —sin darse por enterado,

lo llevó a Jerusalén, —lo puso sobre el pináculo

del templo de Salomón —y otra vez probó a tentarlo:

—Si eres Hijo de Dios —y no un común ciudadano,

arrójate de cabeza —sin detenerte a pensarlo, 
porque también está escrito —que no habrás de hacerte daño

pues que sus ángeles velan —e impiden el descalabro.
no dejarán que tropieces —y vayas cabeza abajo

contra una piedra insolente —que se interponga en tu paso;

evitarán te golpees, —te sostendrán con sus manos.
A lo que Jesús le dijo —sintiéndose ya un poco harto

de la insistencia y acoso —de aquel espíritu malo:

—Ya varias veces te he dicho, —y con esta ya van cuatro,

que no se tienta al Señor —y vale más no probarlo

so pena de arrepentirse —y llorar un llanto amargo.
No supo ya qué decir —aquel insistente trasgo,

se fue para los infiernos —y dejó de molestarlo

al menos por algún tiempo —mientras tomaba un descanso.

Nada dura eternamente, —sentenciaba un dicho anciano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario