jueves, 20 de febrero de 2020

La misa del amor

Una mañana de junio —el cielo un puro claror,
Mañana del equinoccio —que llaman otros estación
O mañana de san Juan, —justo ha sonado el reloj
Que marcaba el mediodía —y ya se siente el calor,
cuando damas y galanes van a oír misa mayor,
allá va una señorita, entre todas la mejor;
viste un refajo de grana, mantellina tornasol,
y una camisa de seda, bordada en el cabezón.
Sus labios gruesos y rojos son de verdad tentación
Que a besarlos invitan —y a probar su dulzor;
Ya sus mejillas enciende, un tantico el arrebol,
y ha realzado sus ojos —con un toque de alcohol;
así entraba en la iglesia relumbrante como un sol.
Las damas mueren de envidia y los galanes, de amor.
El que cantaba en el coro, en el credo se perdió;
el abad que dice misa, se trabuca en la lección;
el monaguillo no acierta a decir una por dos,
en vez de decir amén, nadie lo saca de ‘amor’.
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