sábado, 1 de febrero de 2020

Romance de las tres cautivas.

A la verde, verde,—a la verde oliva,
donde cautivaron—a mis tres cautivas.
El pícaro moro—que las cautivó,
a la reina mora—se las entregó.
¿Qué nombre les damos—a estas tres cautivas?
—La mayor Constanza,—la menor Lucía,
a la más pequeña,—llaman Rosalía.
—¿En qué emplearemos—a estas tres cautivas?
Constanza amasaba,—Lucía cernía,
y la más pequeña—a por agua iba.
Y un día de agosto—en la Fuente Fría,
estaba un anciano—que de ella bebía.
—¿Qué hace usted, buen viejo—en la Fuente Fría?
Mejor se abrigara,—por si se resfría.
—Estoy aguardando—a mis tres cautivas,
que me las robaron—un aciago día.
—¡Pues vaya, mi padre!—¡si yo soy su hija!
¿Quién hubiera dicho—que hoy lo encontraría?
La suerte nos toca—¡Vaya lotería!
Ya corro a decírselo—a mis hermanitas.
Y sin perder tiempo—al hogar volvía.
—Ya sabrás, Constanza,—ya sabrás, Lucía,
como he visto a padre—en la Fuente Fría.
Constanza lloraba,— Lucía gemía,
y la más pequeña—baza no perdía:
—No llores, Constanza,—no gimas, Lucía;
que en viniendo el moro—larga nos daría.
No contaran ellas—con la mora pícara,
que las escuchara—y otro plan tenía,
abrió una mazmorra—y allí las metía.
Mas llegado el moro—y la historia oída,
sin más las sacó—y les dio salida.
Todo volvió a ser—tal como solía. 
Ya todos felices—comieron perdices.

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