A la
verde, verde,—a la verde oliva,
donde cautivaron—a mis tres cautivas.
El pícaro moro—que las cautivó,
a la reina mora—se las entregó.
donde cautivaron—a mis tres cautivas.
El pícaro moro—que las cautivó,
a la reina mora—se las entregó.
¿Qué
nombre les damos—a estas tres cautivas?
—La
mayor Constanza,—la menor Lucía,
a la más pequeña,—llaman Rosalía.
a la más pequeña,—llaman Rosalía.
—¿En
qué emplearemos—a estas tres cautivas?
Constanza amasaba,—Lucía cernía,
y la más pequeña—a por agua iba.
Y un día de agosto—en la Fuente Fría,
estaba un anciano—que de ella bebía.
Constanza amasaba,—Lucía cernía,
y la más pequeña—a por agua iba.
Y un día de agosto—en la Fuente Fría,
estaba un anciano—que de ella bebía.
—¿Qué
hace usted, buen viejo—en la Fuente Fría?
Mejor
se abrigara,—por si se resfría.
—Estoy
aguardando—a mis tres cautivas,
que me
las robaron—un aciago día.
—¡Pues
vaya, mi padre!—¡si yo soy su hija!
¿Quién
hubiera dicho—que hoy lo encontraría?
La suerte nos toca—¡Vaya lotería!
La suerte nos toca—¡Vaya lotería!
Ya
corro a decírselo—a mis hermanitas.
Y sin
perder tiempo—al hogar volvía.
—Ya sabrás,
Constanza,—ya sabrás, Lucía,
como he visto a padre—en la Fuente Fría.
Constanza lloraba,— Lucía gemía,
y la más pequeña—baza no perdía:
como he visto a padre—en la Fuente Fría.
Constanza lloraba,— Lucía gemía,
y la más pequeña—baza no perdía:
—No llores, Constanza,—no
gimas, Lucía;
que en viniendo el moro—larga nos daría.
No contaran ellas—con la mora pícara,
que en viniendo el moro—larga nos daría.
No contaran ellas—con la mora pícara,
que las
escuchara—y otro plan tenía,
abrió una mazmorra—y allí las metía.
Mas llegado el moro—y la historia oída,
abrió una mazmorra—y allí las metía.
Mas llegado el moro—y la historia oída,
sin más
las sacó—y les dio salida.
Ya todos felices—comieron perdices.
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