viernes, 17 de enero de 2020

Romance de la joven insaciable


Estaba Juana en la playa—en su toalla tendida
bronceándose la espaldadándose la buena vida,
cuando un ligón se acercó,—a ver lo que conseguía,
echarse un polvo de gratisuna aventura a la lista
añadir como un don Juan—Tenorio de nuestros días.
Una proeza de machoy una fácil conquista.
—¿Quieres que crema te ponga, —te dé un masaje y te diga
lo buena que me pareceslo muy cachonda y maciza?
No te me hagas la estrechaque conmigo no valdría,
tengo experiencia en la cosa—y mas conchas que tendría
un galápago en la costa, —un galápago en las islas
que llevan su mismo nombre—, para que no se diga;
aprovecha la ocasión—de darte el lote, querida
que las oportunidades—a una calvas las pintan.
¡Jesús, qué bruto es el hombre—¡la madre que lo paría!
Debiera el tal controlarse—y frenar su acometida
que no somos las mujeres—más putas que las gallinas
como asegura el folclore—y como el vulgo lo afirma;
que somos seres humanos—a los que el deseo anima
de verse tan respetadoscomo cualquier un usía.
Hay que enseñarle maneras—y que las lleve aprendidas
para evitar las olvide—y su conducta repita.
—Claro que quiero, muchacho—y todo lo que tú digas,
que es un acierto evitar—las ocasiones perdidas,
de nuevo no se presentan—yerra el que las desperdicia.
Ponte al avío, por tanto—no te demores, aviva,
ya que complacerme quieres—no seré yo quien lo impida.
No vio el engaño el mancebo—la trampa que le tendía,
cayó de cabeza en ella—como un pájaro en la liga,
que así paga el imprudente—su inoportuna osadía,
sus avances no pedidos—sus bruscas acometidas.
Úntame por los dos costados,—dame friegas, espabila:
no te aburras ni te enfríes,—no cejes en lo que hacías,
que insaciables las hembras—nunca reconocerían
que están al fin satisfechas—contentas y agradecidas;
en cambio por el contrario—solo te amargan la vida
pidiendo más sin descanso—imposibles gollerías,
que olvides tus intereses, —que solo para ellas vivas.
para tenerte las riendas—sin caprichos ni derivas,
acusándote sin cese—de impotencia y cobardía
pues incapaz te demuestras —de hacer lo que prometías.
¡Ay del que cae en sus redes!—¡Ay del que atiende a sus iras!
No tendrá paz ni reposo—hasta el final de sus días.
Aquel ligón imprudente—con la lección aprendida
rabo entre piernas se fue—la cresta baja y caída
y para no recaer—ni repetir la partida,
se hizo gay de repente—para el resto de su vida.
Tales son las consecuencias—de la ignorancia atrevida.



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