jueves, 23 de enero de 2020

Romance de doña Sancha


A cazar va el Rey Don Pedro,—ya se va de cacería,
a cazar ciervos y tordos—cosa que más le placía;
nada le gusta al cuitado—como irse de correrías,
disfruta como ninguno—es para él una orgía;
pero para su desgracia—se levantara aquel día
con el pie equivocado—el día aquel no le iba
y el tiro por la culata—inesperado salía;
los perros lleva cansados—y el halcón no volvía
cuando de pronto sintió—se le nublaba la vista,
que le fallaban las piernas—que casi desfallecía.
—Ay, que me muero, se dijo—palpándose las costillas;
no sé que tengo o me pasa—que la sangre se me enfría.
Tranquilo, no te acojones—mantén la mente bien fría
puesto que si te acaloras—el mal empeoraría;
nadie está para ayudarte—échale ‘güevos’ y tira.
Le diera el mal de la muerte,—como a tantos sucedía
en aquel tiempo de atraso—e ignorancia supina,
cuando ninguno una papa—sabía de medicina
y un catarro te curaban—haciéndote una sangría.
Me valgan Dios y los santos—si no me parto de risa.
El caso es que preocupado—para casa se volvía
cuando se encuentra a un pastor—que un rebaño conducía
y que en las horas de asueto—los mensajes transmitía:
—Albricias dadme Don Pedro,— dádmelas por vida mía;
que Doña Sancha parió—un varón como una encina.
—¡En mala hora parió,—cuando su padre moría!
Tras decir estas palabras,—el Rey subió para arriba.
—Haced la cama, mi madre,—hacédmela y daos prisa
que a punto estoy de diñarla—e ir a la fosa fría;
apresuraos señora,—que apenas me queda vida.
No le digáis a mi Sancha,— mi esposa santa y querida,
que me he muerto de repente—sin tiempo de despedidas,
es todavía muy joven—y no lo soportaría;
es delicada y sensible, —el susto la mataría,
y para colmo de cosas—está de recién parida,
está débil y no aguanta—la inesperada noticia;
le ocultaréis el deceso—todo lo que lo permitan
las circunstancias funestas, —en tanto y en la medida
en que hacerlo podáis—sin complicaros la vida;
guardad silencio, os ordeno—no digáis la boca es mía;
no le digáis de mi muerte—antes de cuarenta días,
los que deben preceder—a la misa de parida.
Don Pedro ya se murió—su mujer nada sabía.
Nadie le dijera nada—en la ignorancia vivía,
iba y venía a la compra—todo volvió a la rutina.
Llegara el día de Pascua,—quiere ir ella a la misa
como la ley lo dispone—como la ley anticipa,
Mientras está componiéndose—se oye la algarabía
de las campanas que doblan—que por un muerto tañían.
—Dígame, señora suegra,—qué está pasando en la villa;
a qué viene tanto estruendo—bulla, follón y bolina.
¿Por quién doblan las campanas?—tanto ruido me intriga.
Tanto tocar por los muertos—sólo me da mala espina.
Dadme razón del suceso—es cosa que me fascina.
Decid qué está sucediendo—¿qué me ocultáis, suegra mía?
—Nada te estoy ocultando—eres tú la que deliras.
Son de la iglesia mayor—que nos convocan a misa.
—Oigo que cantan responsos,—¿a quién a enterrar irían?
—Es el día del patrón,—y hay procesión en la villa.
—Aconsejadme, mi suegra,—véisme aquí confundida,
¿qué me conviene ponerme? —¿Qué vestido llevaría?
Es cosa que mucho importa—y que aumenta la autoestima.
—Como eres blanca y delgada,.—lo negro bien te estaría.
—¡Quitad allá, mi señora,—quitad allá, suegra mía,
 que para vestir de luto—bastante tiempo tendría!
No llamaré a la desgracia—jugando con la mentira.
Las doncellas van de luto,—ella de Pascua Florida.
Encontraron a un pastor—que tocaba la ocarina;
—¡Vaya una viuda hermosa;—mírala y qué pulida!
—Diga, diga la mi suegra;—¿ese pastor, qué decía?
—Que caminemos de priesa,—o perderemos la misa.—
A la entrada de la iglesia—toda la gente la mira.
—Dígame usted, D. Melchor,—acláreme el punto y diga
por qué me mira la gente,—como a una aparecida.
—Hay que decírtelo, Sancha—pues de saberse tenía:
Esta misa es de difuntos—por tu marido va dicha,
que se murió de repente—hace hoy cuarenta días.
—¡Ay, triste de mí, cuitada,—y qué engañada vivía!
que en vez de venir de luto,—vengo de recién parida.
¡Desgraciado mi hijo,—en mal hora lo paría!
Que por mi suerte aciaga,—hijo sin padre sería.
¡Malhaya sea mi suegra,—que por mi bien me mentía!
En vez de venir de luto—vengo de recién parida!

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