8 de marzo de 2017. Idoia Rodríguez Buján. “Muerta en combate. Pertenecía a la Brigada
Ligera Aerotransportable (BRILAT), con sede en la localidad
pontevedresa de Figueirido. Estaba adscrita al área de Servicios y Sanidad
como conductora de un Blindado Medio de Ruedas (BMR)-ambulancia. Tenía 23 años.
Natural de la parroquia de Nodar. (Friol). Hija única. Su novio era militar
destinado también en Afganistán y habían pensado casarse después de
esta misión”.
Cuando el ministro de la Guerra era una mujer
embarazada, se publicó en la prensa la noticia anterior. Igual que el macho más
valiente de su generación, una joven de Pontevedra era miembro de las Fuerzas
Armadas, como se llama ahora a lo que antes se llamaba el Ejército. Su unidad,
con sede en Figueirido, fue enviada a Afganistán. Un día iba en un tanque de
patrulla que pisó una mina y saltó por los aires. Trajeron el cadáver, los
restos de la joven, de vuelta a España y pasearon por Madrid el ataúd cubierto
con la bandera nacional. Asistió la ministra al macabro desfile. ¡Qué menos! Me
he preguntado qué habrán sentido los padres de aquella hija que quiso ser igual
a cualquier hombre y hoy está dando malvas antes de cumplir los 25. No quiso
estar todo el día calcetando (como su abuela) o jugando al brilé (como su madre
quizá). También ella fue como le dio la gana. Pero está muerta y puede que su
abuela sea una de las muchas centenarias gallegas.
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