—Pastor que andas sin rumbo, —a los amores ajeno,
¿quieres casarte conmigo—y conocer lo que es bueno?
—Yo no quiero ser casado, —responde el villano vil:tengo el ganado en el monte: —adiós, que me quiero ir.
—Tú que estás acostumbrado—a ponerte esos zahones;
si te casaras conmigo—te pusieras pantalones.
—No quiero tus pantalones, —responde el villano vil:
tengo el ganado en el monte: —adiós, que me quiero ir.
—Tú, que estás acostumbrado—a ponerte una zamarra;
si te casaras conmigo, —otro gallo te cantara.
—Con mi zamarra me basta, —responde el villano vil:
tengo el ganado en el monte: —adiós, que me quiero ir.
—Tú que estás acostumbrado—a comer pan de centeno;
si te casaras conmigo, —lo comieras blanco y bueno.
—Yo no quiero tu pan blanco, —responde el villano vil:
tengo el ganado en el monte: —adiós, que me quiero ir.
—Tú, que estás acostumbrado—a dormir entre la paja;
si te casaras conmigo, —durmieras en blanda cama.
—Blanda no quiero la cama, —responde el villano vil;
tengo el ganado en el monte: —adiós, que me quiero ir.
—Si te casaras conmigo, —mi padre te diera un coche,
para que vengas a verme—los sábados por la noche.
—No quiero un coche ni verte, —responde el villano vil:
tengo el ganado en el monte: —adiós, que me quiero ir.
—Yo te pondría una fuente—de cuatro caños dorados,
para que en ella bebieran—agua pura tus ganados.
— ¡Al diablo con tu fuente!—responde el villano vil:
que con mujer en la casa—las penas no tienen fin.